Retomando el concepto de ciudadanía, se puede superar el concepto que solo enuncia las prerrogativas de los seres, antes bien se debe hablar de una ciudadanía como una práctica de vida.
A su vez, se habla de la ciudadanía activa, la que “Se manifiesta en el ámbito individual como participación; como responsabilidad, solidaridad y cooperación en la esfera público social, y como exigencia de fiscalización y rendición de cuentas en lo público político”(Vargas 1997), la cual debería prevalecer en cada comunidad que se jacte de demócrata, pero hay otro elemento que no permite que esto suceda: la pobreza.
Ya son dos conceptos que se constriñen, porque la pobreza se manifiesta en las formas más sutiles y estridentes, desde aquella en la que los recursos materiales no les permiten cubrir sus demandas básicas, hasta aquella pobreza de ciudadanía, “Situación social en la que las personas no pueden obtener las condiciones de vida-material e inmaterial-que les posibilite desempeñar roles, participar plenamente en la vida económica, política y social, y entender códigos culturales para integrarse como miembros de una sociedad. La pobreza de ciudadanía es no pertenecer a una comunidad en calidad de miembros plenos, y esto es, la exclusión social”( Bustelo:1999)
Por ello, es necesario y urgente trabajar en conjunto, ya no es el Estado como tal, sino las personas que conocemos algo más, los que debemos aportar un poco de claridad a quienes no la tienen, en la misma comunidad, en el sector educativo, en las organizaciones civiles, desterrar mitos de que sólo el gobierno o las instituciones encargadas de lo electoral, cubrirán esas carencias, es necesario hacer un bloque, una esfera de opinión pública en donde cada uno(a) de nosotros(as) sea participe de su ciudadanía.